jueves, 14 de octubre de 2010

Soy un zombie

Poco a poco uno se va dando cuenta de algunas cosas, sobre todo en lo referente a cómo dirigir su propia vida. Hace algún tiempo que me di cuenta de que yo no soy libre. Las decisiones no las tomo yo, sino que hay ciertos mecanismos en mi interior, en mi psique, que no obedecen a mi verdadera voluntad. Se ponen en funcionamiento cuando debo responder ante algo, traen a mi presente una serie de instrucciones pregrabadas que me empujan a pensar y sentir de determinada manera, y por tanto a reaccionar en consecuencia. A veces logro evitar ese automatismo.

Esos clichés son muy antiguos. Prácticamente desde que nací, por no entrar de momento en el proceso prenatal, me han estado “enseñando” a pensar, sentir y reaccionar. Mi formación y mi historia no tiene mucho que contar, ha sido un entorno cultural típico de clase obrera madrileña, con sus particularidades. Cristianismo, estudios medios, miedo a la represión franquista, aburguesamiento…


Eso me lleva a pensar que si me presentaran a la reina tendería a inclinarme ante ella, y a explicarme mi terror irracional a la policía. Pero en lo que más se nota es en las tendencias que se manifiestan ante la comunicación pública. Ver una noticia, dada de determinado modo, cargada con ciertas claves, me impulsa a estados de odio, indiferencia, simpatía, hacia el objeto de la información, y conclusiones valorativas al respecto que obedecen a escalas de valor prefijadas en mi subconsciente.

Por ejemplo, creo que es malo que baje la bolsa. Y que un millón de personas se manifiesten contra el sistema. Y que se quejen los presos. Y bueno, que el Rey haya evitado un golpe de estado, que los mercados nos estén dejando en paz un ratito y que Fernando Alonso ganase la carrera. Normal, ¿no?


Los clichés parecen autocompensados para ofrecer una imagen coherente de la realidad, y sobre todo para dar conformidad con el rol social, para ser y comportarse como personas normales en esta sociedad. Sabemos por ello que lo que tenemos que hacer es estudiar para trabajar, trabajar para obtener dinero, y que cuanto mejor hagamos nuestro trabajo más dinero conseguiremos, lo cual nos dará fama, poder y seguridad, a cada uno en su nivel.

¿Cómo quitarse esos clichés, o al menos ser capaz de no obedecerles automáticamente? Desde luego, primero hay que reconocer que existen y luego cazarlos. La introspección es esencial para identificarlos. Después, será el juego de atención e intención el que nos permita ganar grados de libertad entre que percibimos el estímulo y actuamos.

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