Aviso a toda la población: una vez terminado el Mundial de Fútbol de Sudáfrica y sus posteriores celebraciones, se recuerda a todos aquellos que durante este último mes han estado luciendo símbolos patrióticos que dicha conducta dejará de ser considerada aceptable de ahora en adelante y, por lo menos, hasta la celebración del Europeo de Fútbol del año 2012.
Cualquier persona que sea vista con banderas, camisetas, o cualquier otra enseña con los colores nacionales, así como cualquier individuo al que se oiga cualquier consigna del estilo de “viva España”, “soy español”, etc. será acusado de facha, fascista, retrógrado, reaccionario y represor, con lo que sufrirá el escarnio y desprecio de sus conciudadanos.
En resumen: pueden (y deben) Vds. guardar “la roja” (que no es sino una suerte de eufemismo para evitar nombrar el impronunciable y vergonzante nombre de nuestro país) y volver a sacar las camisetas con las barras y estrellas, los jerseys con la “Union Jack” o las guerreras con la bandera de Alemania, símbolos con los que, al fin y al cabo, todos nos sentimos mucho más cómodos e identificados.
No obstante, el comportamiento que se ha visto en las calles durante este último mes nos demuestra una cosa: el sentimiento de identidad nacional existe.
Otra cosa es que ese patriotismo en España sólo se manifieste adorando un objeto redondo y a los héroes que le propinan patadas, y que después nos lleve a un absurdo paroxismo de propuestas como la declaración del 11 de julio como fiesta nacional o la candidatura de Fuentealbilla, patria chica del gran Andrés Iniesta, como Capital Europea de la Cultura.
Nunca habían ondeado tantas banderas, nunca se habían dado tantos gritos de “¡viva España!” Sin embargo, en ningún otro lugar del mundo algo tan básico como la identidad de un pueblo ha de recurrir para expresarse a algo tan superficial.
Terminada la fiesta, concluida la algarabía, todo vuelve a su lugar. Eso sí, con una condición: lo que ha unido el fútbol, que no lo separe la demagogia.
Cuando llevar “la roja” no era tan “guay”: Un facha de siete años (Arturo Pérez-Reverte).
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