Vivimos tiempos turbulentos. Tras los recortes salariales llevados a cabo por el Gobierno, los sindicatos mayoritarios (S.M.) por fin se han puesto en marcha y han decidido ponerse al frente de la oposición. Lo malo es que lo han hecho tarde.
Como mínimo dos años tarde.
Lo que voy a desarrollar en éste y futuros artículos es fruto de una reflexión personal. Pero al menos tengo la libertad de poder expresar lo que pienso sin censuras ni ataduras.
¿Cómo se explican los S.M. la escasa afiliación existente en España? No es válido el argumento del pasado franquista, ya que a comienzos de la Transición, según diferentes fuentes, la afiliación era superior al 50 % entre los trabajadores asalariados 1. Este porcentaje fue bajando con rapidez, hasta el punto de que en 1991 llegaba escasamente al 15 %. En los últimos años, y debido al progresivo aumento del sector público en España, la afiliación ha aumentado ligeramente, llegando a ser de un 18 % en 2008 2.
La situación es bastante diferente en el Norte de Europa, donde el grado de afiliación supera el 90 % en Finlandia y el 80 % en Bélgica y Suecia. En la mitad de la tabla están situadas Italia (40 %), Grecia y Portugal (con un 25 % cada una).
En el extremo contrario se encuentran Francia (con un 12 % de afiliación media) y España.
¿A qué es debido este bajo grado de afiliación? Hay colectivos importantes que se consideran desprotegidos por los S.M., principalmente los siguientes:
Los desempleados
Los pensionistas.
Los empleados de las pequeñas y medianas empresas (PYMES).
Los jóvenes en busca de su primer empleo.
Estos grupos, que constituyen la mayor parte de los trabajadores existentes en España, no se sienten representados por los S.M., los cuales sólo trabajan para una parte específica de la sociedad. Se trata de los funcionarios de la Administración Central y de las Comunidades Autónomas, los trabajadores con contrato laboral en Empresas Públicas y los de sectores privados de grandes empresas pertenecientes al Sector de la Banca, Automoción, etc.
¿Por qué ocurre ésto? Posiblemente porque, al no constituir la base de su afiliación ni su mayor fuente de ingresos, los S.M. no consideran prioritario defender sus derechos e intereses.
El mismo razonamiento que haría una empresa privada, que protege exclusivamente los intereses de sus socios y accionistas. Pero de un SINDICATO (con mayúsculas) se espera una mayor responsabilidad ética hacia el conjunto de los trabajadores, no sólo de sus afiliados.
Otro motivo de la baja afiliación es que los sindicatos son considerados más como parte del problema que de la solución. Como un Ministerio más, reciben puntualmente su subvención anual sea cual sea la situación económica general. En 2009 recibieron ayudas del Estado por un valor superior a los 15 millones de € 1. En el cuadro adjunto se observa la distribución de las ayudas concedidas a las diferentes organizaciones sindicales.
Los trabajadores perciben a los sindicatos como meras correas de transmisión del partido al que están ligados. Piensan que las decisiones no se toman en función de los intereses de los trabajadores, sino de las estrategias particulares del Comité del Partido correspondiente al que están ligados.
Sin embargo han aparecido situaciones y desafíos nuevos a los que los S.M. no han sabido responder, como la globalización, la deslocalización de las empresas o la conversión de grandes empresas individuales en Grupos de Empresas, lo que ha producido una fragmentación de los trabajadores en grupos más pequeños y aislados. Igualmente se ha producido un incremento muy notable del sector Servicios o Terciario, con una fuerte reducción del sector Industrial o Secundario.
La respuesta de estos sindicatos a la nueva coyuntura ha sido la bunkerización y la negación de la realidad, dejando fuera de su manto protector a un grupo creciente de trabajadores.
Muchos trabajadores, especialmente los más jóvenes, perciben los sindicatos como organizaciones desfasadas, con esquemas y formas de actuar propias del siglo XIX, durante el apogeo de la II Revolución Industrial. Pensadas más para los trabajadores del Sector Secundario y desconectadas de las nuevas tecnologías y profesiones del siglo XXI.
Su estructura y organigrama es esencialmente vertical, con escasa transparencia y pocos cauces para la participación del trabajador. Sobre esto último tenemos una muestra en FNMT, con la aprobación del Nuevo Reglamento del Comité de Empresa (CE) y a dónde han ido a parar las propuestas de EPS para incrementar la democracia interna en el seno del propio CE.
La alternativa a la situación actual es, por desgracia, la desaparición del sindicalismo. El capitalismo necesita estar controlado por los sindicatos, pero un capitalismo sin sindicatos no sólo es posible sino que se ha convertido en realidad en amplias zonas del mundo.
¿Existen alternativas? En próximos artículos desarrollaré posibles soluciones a la situación actual.
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