viernes, 11 de febrero de 2011

Sangre, sudor y lágrimas (1ª parte)

Cuando parecía que habíamos tocado fondo y comenzábamos a salir del pozo, llegó el FMI, con Obama como mensajero, y nos hicieron la “llamada del ahorro” que ha provocado que Zapatero se doblegue y acceda a “aplacar a la bestia” de los especuladores sacrificando a la ciudadanía por medio de las archiconocidas “medidas de ajuste estructural”: 5% de reducción de las retribuciones del personal público, congelación de las pensiones con la excepción de las mínimas y no contributivas, eliminación del régimen transitorio para la jubilación parcial y de la prestación por nacimiento, reducción de los gastos en farmacia, supresión de la retroactividad de las prestaciones por dependencia, reducción de la Ayuda Oficial al Desarrollo (según el ínclito Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, debería haberse reducido aún más) y de la inversión pública estatal, así como el ahorro adicional de Comunidades Autónomas y Entidades Locales. Además, en el horizonte nos espera la controvertida reforma laboral.

Ambas medidas traerán consigo una gran pérdida neta de bienestar para los sectores más desfavorecidos y van a suponer un lastre para la actividad económica, justo ahora que parecía que se estaba recuperando.

Para más INRI, resulta que ahora en Castilla y León tenemos más gracejo que en la mismísima Andalucía, y hasta nuestro ilustre presidente, D. Juan Vicente Herrera, se lanza al más puro estilo Chiquito de la Calzada con frases como “nos costará sangre, sudor y lágrimas”, aprovechando la ocasión para mostrarnos su lado megalómano al equipararse nada menos que con Winston Churchill, que pronunció palabras parecidas (me imagino que la intención de nuestro loado cacique habría sido pronunciarlas con exactitud, pero tiene sus limitaciones) en su discurso a la Cámara de los Comunes en los albores de la II Guerra Mundial.


No sé qué me hace más gracia, si esa especie de plural mayestático cuando dice “nos costará” (entiendo que lo correcto habría sido decir “os costará”, ya que él y su camarilla van a seguir varios años chupando del bote, no haciendo nada para que salgamos de la crisis y permitiendo que los terroristas del capitalismo provoquen otras aún peores) o que tenga la frivolidad de comparar esta crisis económica con los graves padecimientos que sufren las naciones cuando sus dirigentes tienen la ocurrencia de meterlos en algún tipo de contienda bélica.

Mientras ellos sufren miles de bajas, bombardeos, falta de suministros, hambre, enfermedad, etc., nosotros no dejamos de ser una sociedad privilegiada y codiciosa que, siguiendo la inercia de rebaño, se ha dejado entrampar por un hatajo de ladrones.


En lugar de reducir a toda costa los gastos sociales, se podrían haber incrementado los ingresos públicos a través de políticas impositivas más justas, progresivas y eficaces, del estilo de los países del norte de Europa, que luchen contra la evasión, la corrupción y el fraude fiscal (estimado entre el 4% y el 8% del PIB en España, donde 1.440 personas controlan el 80% del PIB y se estima que, con los medios suficientes, los inspectores fiscales podrían rescatar 100.000 millones de fraude en cuatro años) y que obliguen a que los más ricos y, sobre todo quienes han ocasionado la crisis, aporten también su esfuerzo: política fiscal de hierro sobre las multinacionales, bancos y grandes fortunas; abolición de los paraísos fiscales y, hasta entonces, no reconocimiento jurídico en España de las sucursales financieras y empresas pantalla creadas en estos centros financieros extraterritoriales; medidas decididas relativas al afloramiento de la economía sumergida; establecimiento de un impuesto a los especuladores con deudas soberanas; utilización de las cajas de ahorro o el ICO para hacer fluir el crédito hacia la economía; supresión de las SICAV (Sociedad de Inversión de Capital Variable), que permiten a las grandes fortunas pagar el IRPF al 1%, y del FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), que sólo sirve para regalar más dinero a la banca privada. Aumentar los ingresos nacionales implica una menor dependencia de la deuda pública internacional y refuerza la soberanía y la democracia del país. Además, esto permitiría incrementar las inversiones públicas y generar empleo.

Al contrario que en EE.UU., donde los fondos públicos para estimular la economía han sido mayores que los dedicados a salvar a los bancos, los países de la UE han dedicado muchos más fondos a “salvar” a la banca que a estimular la economía: Gran Bretaña se ha gastado el equivalente al 29% de su PIB, Alemania el 20%, Francia el 18%, España el 14% y Portugal el 6%, todos ellos porcentajes mayores que el 5% de EE.UU. Por contraste, Gran Bretaña se ha gastado sólo un 1,8% del PIB en estimular la economía, Alemania un 3%, Francia un 2%, España un 1,2% y Portugal un 1,8%, porcentajes más bajos que el 6% de EE.UU. No es de extrañar que al otro lado del Atlántico, donde por cierto siguen inyectando dinero en la economía (es decir, invirtiendo, no gastando como se empeñan en llamarlo algunos), hayan comenzado a crecer mucho antes que por aquí, tengan un crecimiento mucho más sostenido y no estén necesitando aplicar ningún “ajuste estructural”.


Continuará ...

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