Crónica de una verdadera fiesta.
El pasado sábado 17 de abril se celebró en Madrid la ya tradicional fiesta republicana. Tuvo salida en la plaza de Cibeles y llegada en la Puerta del Sol.
Se trata de un evento festivo y a la vez reivindicativo que busca la repercusión mediática. Es una denuncia ante el mantenimiento de las desigualdades sociales. No todos somos iguales ante la ley, pero tiene solución.
Falta algo de organización para:
1.– Publicitar los pasos a seguir para conseguir un cambio de sistema político, detallando los requisitos (% de votos en el Senado o en el Congreso, quién lo puede promover, etc.). Cualquier ciudadano debe conocer cuáles son sus derechos al respecto.
2.– Comenzar una campaña de movilización (manifestaciones, recogida de firmas, contactos con dirigentes políticos, etc.). Después se hará un seguimiento de los avances alcanzados, hasta el momento y para cada elemento del punto anterior.
Se palpa el miedo, digamos que parece un tanto interesado, de la clase política a la hora, aunque sólo sea de hablar y debatir alguna modificación de la Constitución, parece un tema tabú.
Debemos ser conscientes, y además hacérselo saber, que se modificará la Constitución tantas veces como sea necesario a petición del pueblo que es quién debe ostentar el poder real.
La clase política debe ser sólo un mero administrador y adecuador de las necesidades del pueblo al que representan, siendo escrupulosamente “legales” y no sólo serlo sino parecerlo.
Entiendo que la Constitución es un documento de vital importancia y donde cualquier pequeña modificación puede tener repercusiones en otras legislaciones de ámbito inferior.
También comprendo que no se deba modificar cada dos por tres, pero tampoco le debe temblar la mano al legislador si se hace necesaria su reforma.
Se está perdiendo un tiempo crucial, el rey (siempre con minúsculas para mi) es cada vez mayor y le gustaría dejar asegurado el camino de la sucesión.
Espero que las intenciones de la clase política no sean las de aprobar dicha injusticia por la puerta de atrás y además que no escuche el deseo del pueblo.
Semejante legado de servidumbre es inadmisible para la generación presente y las futuras.
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