Se trata de un sistema político, donde los ciudadanos tienen la soberanía y el control sobre la elección de TODOS los cargos políticos (públicos).
Está en contraposición a otros sistemas políticos como la Dictadura o la Monarquía, donde los cargos (o algunos de ellos) se cubren por imposición cuasi-divina o por derecho de nacimiento, no teniéndose en cuenta NUNCA, la idoneidad al cargo, ni la opinión de los ciudadanos.
Este modelo se fundamenta en tres pilares básicos:
1.- La división de los poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y su control recíproco. Es imprescindible para poder formar un Estado de Derecho, democrático y plural. Actualmente estamos inmersos en un clima de declaraciones poco acertadas, con acusaciones de injerencias entre los diversos poderes.
2.- La participación activa y real de los ciudadanos. Este principio debe ser aplicado a todos los ámbitos de nuestras vidas, ya sea en el entorno laboral, sindical, o incluso a nivel personal. TODOS deberíamos tomar ejemplo y muy concretamente en la FNMT-RCM.
3.- La representación de todas las clases sociales. Actualmente es una utopía, además la mayor parte de la población coinciden en no sentirse representados.
Existe un desajuste entre lo que quiere el pueblo y lo que realmente defienden los políticos. No están claras las causas, pero deben recibir tremendas presiones por parte de algunos poderosos que conforman otro “poder” que escapa a nuestro control.
Aunque estos 3 son los pilares clásicos yo añadiría un cuarto pilar que considero tan importante o más que los anteriores:
4.- La separación de Iglesia-Estado. No se puede dar un Estado de Derecho, democrático y plural si no se llega a un laicismo de Estado. La Constitución en su artículo 16.3 lo expresa claramente, pero parece que se produce la vulneración de la Constitución, financiando sus actividades y sus templos a numerosas organizaciones religiosas y manteniendo el Concordato con la Santa Sede.
Como anécdota, aclarar que exhibir banderas republicanas está amparado por los artículos de la Constitución que consagran la libertad ideológica (art. 16.1 CE) y la de los partidos (art. 6 CE), y por tanto garantiza el derecho a ser republicano/a, a expresarlo (art. 20.1.a) y a militar en partidos republicanos, según el sentido común e incluso una sentencia de la Sección Novena de la Sala de Lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, fechada el 15 de diciembre de 2003.
Banco de pruebas y opinión, sobre ideas que deben ser pulidas en pos de la evolución integral.
lunes, 15 de febrero de 2010
Libertad, Igualdad, Fraternidad… y Justicia
Poderosas palabras, forman lo que yo entiendo como los cuatro pilares de la humanidad. Por algo será que están juntas en casi todas las representaciones de la República.
La Justicia (con mayúsculas) no es ciega, ni insensible, ni llega tarde y por definición no puede ser injusta, a diferencia del modelo social de justicia ciega, utilizado en todos los ámbitos de la vida desde el cine hasta los procesos judiciales.
Éste oxímoron es, en sí mismo, una aberración socializada utilizada de manera interesada. Quiero romper con esa falsedad: la Justicia es justa (permitirme la redundancia), no es ciega y mucho menos insensible. Todo lo demás será otra cosa.
Ahora quiero seguir llamando a las cosas por su nombre, amparándome en la libertad de expresión. La siguiente palabra a analizar es democracia y más concretamente en España. Según la constitución todos somos iguales ante la ley… ¿todos? Ni mucho menos, aparte de lo obvio – los ricos que abusan con su dinero y posición dominante – tenemos una familia al completo que vive más allá del bien y del mal: la llamada familia real española (para mi siempre debe aparecer en minúsculas).
No parece muy democrática la elección de un cargo público por derecho de nacimiento. Tampoco lo es las ventajas fiscales, así como el oscurantismo de sus cuentas de gastos, ¡y eso que se paga de los Presupuestos Generales del Estado!
También podíamos hablar del uso de edificios del Patrimonio Nacional como si fueran suyos o de no estar al alcance de la ley y mucho menos de la prensa – podéis preguntar a cualquier trabajador de la revista satírica “El jueves”.
Ahora que estamos en plena crisis nos acordamos de los altos sueldos de los banqueros, de los políticos en general, o del Presidente del Gobierno en particular. La labor del Presidente del Gobierno – para bien o para mal y estando la opción política que sea – es mucho más importante, además de haber sido elegido democráticamente. Comparado con la familia real, no existe correspondencia entre la responsabilidad y sus emolumentos.
No atisbo a entender la postura de la sociedad española al permitir esta desigualdad e injusticia. Creo que está adormecida con el fútbol, los programas del corazón, los grandes hermanos o simplemente los toros.
Quizás ha llegado el momento de empezar a crear un Estado democrático de verdad, donde los cuatro pilares de la humanidad nos sirvan de sustento y guía.
La Justicia (con mayúsculas) no es ciega, ni insensible, ni llega tarde y por definición no puede ser injusta, a diferencia del modelo social de justicia ciega, utilizado en todos los ámbitos de la vida desde el cine hasta los procesos judiciales.
Éste oxímoron es, en sí mismo, una aberración socializada utilizada de manera interesada. Quiero romper con esa falsedad: la Justicia es justa (permitirme la redundancia), no es ciega y mucho menos insensible. Todo lo demás será otra cosa.
Ahora quiero seguir llamando a las cosas por su nombre, amparándome en la libertad de expresión. La siguiente palabra a analizar es democracia y más concretamente en España. Según la constitución todos somos iguales ante la ley… ¿todos? Ni mucho menos, aparte de lo obvio – los ricos que abusan con su dinero y posición dominante – tenemos una familia al completo que vive más allá del bien y del mal: la llamada familia real española (para mi siempre debe aparecer en minúsculas).
No parece muy democrática la elección de un cargo público por derecho de nacimiento. Tampoco lo es las ventajas fiscales, así como el oscurantismo de sus cuentas de gastos, ¡y eso que se paga de los Presupuestos Generales del Estado!
También podíamos hablar del uso de edificios del Patrimonio Nacional como si fueran suyos o de no estar al alcance de la ley y mucho menos de la prensa – podéis preguntar a cualquier trabajador de la revista satírica “El jueves”.
Ahora que estamos en plena crisis nos acordamos de los altos sueldos de los banqueros, de los políticos en general, o del Presidente del Gobierno en particular. La labor del Presidente del Gobierno – para bien o para mal y estando la opción política que sea – es mucho más importante, además de haber sido elegido democráticamente. Comparado con la familia real, no existe correspondencia entre la responsabilidad y sus emolumentos.
No atisbo a entender la postura de la sociedad española al permitir esta desigualdad e injusticia. Creo que está adormecida con el fútbol, los programas del corazón, los grandes hermanos o simplemente los toros.
Quizás ha llegado el momento de empezar a crear un Estado democrático de verdad, donde los cuatro pilares de la humanidad nos sirvan de sustento y guía.
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